2. Lluvia

2. Lluvia


El único rastro de las devastadoras lluvias y su paso por la pequeña ciudad no eran sino las calles mojadas y lo que eso significaba.
Las fuertes corrientes creadas por el agua caída habían creado pequeños lagos en los bordillos de las calles y ríos enormes en bajadas, ríos que parecían no tener fin. Ellos habían removido la arena de los árboles que adornaban a banda y banda de las aceras, que a causa de eso estaban embarradas.
Además el viento era fuerte, intenso y frío.
Kaila estaba empapada de pies a cabeza. Tenía los zapatos llenos de barro y agua en su interior, sobretodo en los calcetines. La ropa se le adhería a la piel haciéndole tiritar.
Su castaña melena se le enganchaba al rostro y los pocos mechones secos sobresalían de manera peculiar.
Tenía los brazos y gran parte de las piernas al descubierto, ya que llevaba solo una camiseta de tirantes y unos shorts, y por sus extremidades resbalaban gotas de agua que caían al suelo, muchas veces creando círculos en charcos que se habían formado a lo largo de la calle.
En pocas palabras, no presentaba un aspecto muy bueno.
El cielo gris con sus grandes nubes indicaba que se acercaba otra tormenta semejante a la anterior y la chica seguía sin paraguas y lejos de su casa.
Las farolas se encendían mientras Kaila se esforzaba para no terminar aún más mojada cayendo en un charco al tropezar a causa de sus patosos movimientos.
El viento por una vez no estaba de su parte y había empezado a soplar con más fuerza.
Su cara estaba pálida y sus labios tampoco tenían mucho color. Cuando empezó a llover por segunda vez ella no se molestó en cubrirse o refugiarse, porque ya estaba demasiado mojada para que eso le importase y a la luz de un rayo, parecía verdaderamente un zombie, y no un ser humano.
Aún tardó diez largos minutos en llegar a su casa.
Eran las nueve de la noche y no había nadie. La chica solo pudo cambiarse de ropa y dejarse caer sobre su cama, sonriendo en pensar que, al menos, su cielo siempre estaba tranquilo.
Se despertó a las seis de la mañana. No había comido nada la noche anterior y le bastó su estómago como despertador.
Maldijo por lo bajo al ver que en esos momentos ya empezaba a brillar el sol y que la lluvia era solo un recuerdo. Entonces reparó en su casi seca ropa y sin saber muy bien el motivo estalló a reír.
Cogió con dulzura la caja naranja en sus manos, acarició la palabra tallada debajo, la dejó en su sitio y abrió la ventana.
La suave brisa de la mañana acariciaba su cabello. Apoyó los codos en la repisa y sonrió, una sonrisa sincera y tranquila.
— Ayer no te portaste muy bien conmigo — dijo — pero no creo que lo hicieras queriendo así que no importa.
Después de contar su día anterior fue a por algo de comer.
Comprobó que sus padres dormían y suspiró. Llegaban siempre tan tarde a casa... Pero ella estaba orgullosa de lo que hacían, salvaban vidas y eso era importante. No podía evitar sentirse egoísta al desear que pasaran más tiempo con ella.

Ya eran casi las siete y media cuando se hubo duchado y arreglado. Cogió su maleta, las llaves y el dinero para la comida y salió de la casa, cerrando la puerta de la habitación, pero no la ventana.
Su amiga Renne le esperaba,como siempre, de pie en el centro de la plaza, con la espalda reposada en una estatua. Su cabello negro como el carbón se fundía de lejos con su piel oscura.
— ¿Qué? — le preguntó ella cuando se situó a su altura — ¿Cuan empapada terminaste ayer? — Después de terminar la frase rió.
— No preguntes — murmuró Kaila un tanto molesta.
— Tenía razón — afirmó ella sonriendo.
— Siempre la tienes...¿no te cansas nunca, de tenerla? — dijo esperanzada al recordar con un poco de rabia que la chica le aseguró que debía coger un paraguas y ella se había reído mirando el sol, que parecía sonreír majestuoso desde lo alto del cielo, y no avistar ni una sola nube.
— Pura ciencia. La humedad del aire... — Antes de que pudiera continuar, la morena se vio arrastrada hacia el paso de cebra por la castaña, dejando atrás la estatua.
Caminaron hacia el instituto hablando de cosas sin importancia y comentando que tenían que hacer durante el día.
Cuando llegaron, su amiga Mary les esperaba sentadas en un banco del patio. Al verlas llegar sonrió, mostrando lo que sus amigas llamaban la sonrisa Colgatte, en burla al anuncio de televisión.
Tenía el cabello liso recogido en muchas trenzas pequeñas esparcidas por la capa más superior, y lo llevaba teñido de verde.
Sus amigas ya no se sorprendían de que su pelo fuera de ese color, aunque no dejaba de ser chocante que cada semana luciera un tono distinto.
Kaila y Renne estaban de acuerdo en que el verde era uno de los que mejor le quedaba, ya que sus ojos esmeralda conjuntaban.
Las dos se sentaron al lado de Mary y siguieron hablando hasta que tocó la sirena para entrar en clase.
Para su mala suerte, las tres iban a grupos distintos, así que solo podían verse al entrar, en el recreo, a la hora de comer y al salir.
Kaila entró en su clase y saludó a Anne y Janneth, quienes eran las personas más cercanas a ella en su grupo, pero aún así no les consideraba amigas.
El profesor entró en el aula con una chica rubia, de piel pálida y ojos azules, muy profundos. -
Todos se sorprendieron, porque no era el tipo de persona que se dejaba ver por su ciudad y porque nadie les había dicho que iba a llegar una alumna nueva.
— Me llamo Natacha y soy rusa. Encantada de conocerlos. — Hizo una pausa. Parecía tímida, como si le costara decir aquellas palabras y se notaba que su acento no era americano. — Mis padres, mi hermano gemelo y yo llegamos ayer de nuestro país, así que no hablo muy bien inglés ni se como es todo aquí. — Esa ultima frase la dijo arrastrando las palabras, de manera que Kaila pensó que si en su escuela anterior daba inglés, tampoco debía ser muy buena. O quizás era el nivel que había en Rusia. Tardó un rato más en caer en la cuenta de que era muy raro que, pese haber llegado el día anterior ya estuviera en el centro. ¿Y la matrícula? Se preguntó extrañada. Decidió no darle más vueltas al tema e intentó prestar atención a las clases el resto de la mañana.
Cuando por fin sonó el timbre anunciando el recreo salió corriendo hacía la cafetería para comprar algo de desayuno y se fue a reunir con sus amigas en el mismo banco que esa mañana.
Mary les comentó que a su clase también había llegado un alumno nuevo, y que también era rubio con ojos azules.
Kaila tubo que hacer memoria para recordar que la nueva había dicho que tenía un hermano gemelo.
Renne, de mientras, miró el cielo y preguntó, con una sonrisa:
 — ¿Alguna trajo paraguas?

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